En los 42 años desde que Monsanto comercializó por primera vez el glifosato, el ingrediente activo del RoundUp, 9.4 millones de toneladas del producto químico se han aplicado en los cultivos del mundo. Aunque esto ha ayudado a aumentar el rendimiento de los cultivos a nivel global, muchos expertos han expresado su preocupación por los impactos asociados a su uso intensivo.
Esto, nos genera la siguiente duda: ¿es el glifosato una solución barata, segura y eficaz en la agricultura, o es un compuesto sintético peligroso que daña la salud global y nuestro suministro de alimentos? Una cosa que sabemos con certeza es que todavía tenemos que entender completamente el impacto que tiene el glifosato sobre nuestro mundo. Con la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (EPA) y la Unión Europea considerando la relicencia del glifosato en los próximos meses, encontrar esa respuesta es de vital importancia.
En primer lugar, examinamos la fuente: Monsanto, el gigante agroquímico responsable del Agente Naranja, del PCB y del DDT, asegura al mundo que el glifosato es “completamente seguro” y lo hace por los grandes ingresos que representa para la compañía. El RoundUp representó en 2016 $3.5 mil millones de dólares, mientras que las semillas y el sector genómico del negocio (incluyendo todas las semillas que son RoundUp-Ready) ganó un total $5.8 mil millones en el mismo año. Los intereses son claros: con tanto capital en juego, no es de extrañar que Monsanto emplee a sus propios científicos para producir investigaciones científicas para anular cualquier preocupación planteada por la comunidad científica en general. Lo que muchas personas no saben es que esta investigación financiada por la industria y que durante años ha dirigido la política de encontrar al producto relativamente seguro, a menudo se basa en datos fraudulentos.
Es importante destacar que este engaño no es nuevo dentro del sector de la industria agroquímica. En la primera década de la existencia de la EPA, la agencia descubrió que casi todas las “pruebas de seguridad” que respaldaban los registros de pesticidas fueron falsificadas. Industrial Bio-Test Laboratories fue descubierto falsificando el 99% de los estudios a largo plazo apoyando así a 483 registros de plaguicidas. Durante 25 años, la mayoría, si no todas, las compañías agroquímicas y farmacéuticas pagaron a IBT para producir los datos que necesitaban para registrar sus productos. Los funcionarios de la Administración de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos se han referido a esto como “el fraude científico más grande jamás cometido en los Estados Unidos y tal vez en el mundo”. Esta revelación inicial ocurrió en 1983 y las auditorías subsecuentes de otros 82 laboratorios de prueba encontraron “deficiencias significativas” en las metodologías de investigación, incluyendo 22 laboratorios que destruyeron todos sus informes y respaldos de datos duros.
En fechas recientes, Monsanto ha sido descubierto intentando ocultar pruebas de su estrecha y continua relación con reguladores como la EPA. Una serie de correos electrónicos fueron publicados durante un caso federal en San Francisco, llevado a juicio por personas que afirman haber desarrollado linfoma no-Hodgkin como resultado de la exposición al glifosato. Esta correspondencia revela la comunicación en curso entre Monsanto y varios reguladores federales. Estos correos electrónicos sugieren que Monsanto produjo investigaciones que más tarde se atribuyeron a académicos imparciales, añadiendo el nombre del académico a estos estudios después del hecho. Monsanto también indicó que un alto funcionario de la EPA impedía que el Departamento de Salud y Servicios Humanos de los Estados Unidos realizara una revisión del glifosato.
En las últimas semanas, se ha cuestionado la investigación publicada por la rama de renombre mundial de la Organización Mundial de la Salud dedicada a la investigación del cáncer, en la que se etiqueta al glifosato como un “probable carcinógeno humano”. Esta polémica bien puede deberse a que Monsanto presiona al gobierno y patrocina la investigación para defender el producto químico. Hay evidencia sustancial en todo el mundo, acumulada durante medio siglo, de que los plaguicidas sintéticos agrícolas y otros productos químicos tóxicos no sólo envenenan la salud personal, sino que también dañan al medio ambiente.
Mientras que los investigadores de todo el mundo aún tienen que comprender el verdadero impacto de estos productos químicos, nosotros en Primordiales estamos construyendo un nuevo sistema de agricultura basado en soluciones naturales y sustentables para el cuidado de los cultivos, con el árbol de nim a la vanguardia de estos esfuerzos.