Los ecosistemas se conforman por sistemas complejos e interconectados, cualquier cambio que ocurra en la salud ambiental de estos, se verá reflejado principalmente sobre las especies más vulnerables. Las abejas melíferas y otros polinizadores son un claro ejemplo de esto. Aproximadamente 3/4 de las especies de cultivos a nivel global, que representan 18,000 millones de dólares en rendimientos de cultivos en los Estados Unidos, y que van desde las manzanas hasta las cebollas, dependen de la polinización de las abejas y otros insectos beneficiosos.
Como los pájaros, los murciélagos y las mariposas, las abejas transfieren el polen y las semillas de una flor a otra, fertilizando las plantas para que puedan crecer y producir alimentos. La polinización cruzada ayuda al 40% de los cultivos del mundo y al 90% de nuestras plantas silvestres a prosperar. Sin las abejas, muchas plantas -incluidas las cosechas agrícolas de las que depende la alimentación humana- morirían, reduciendo sustancialmente el suministro de alimentos del mundo.
Hace algunos años, los apicultores comerciales de todo el mundo comenzaron a notar que las abejas estaban muriendo y desapareciendo por razones desconocidas, llegando incluso a la desaparición de colmenas completas. Otras veces, el número de colonias comenzó a disminuir significativamente, especialmente durante el invierno. Este fenómeno es ahora conocido como desorden de colapso de colonia y ha afectado a las abejas desde el comienzo del milenio. El uso de plaguicidas siempre ha sido sospechoso de desempeñar un papel clave en el fenómeno, pero no fue hasta hace poco que las evidencias demostraron claramente que el uso profiláctico y generalizado de productos químicos sintéticos a través de nuestros campos causa impactos agudos y crónicos dentro de la población de abejas. Estos productos químicos tóxicos se acumulan en el agua, el polen y el néctar, causando deterioro en el aprendizaje y la navegación, aumentando las tasas de mortalidad, disminuyendo la función del sistema inmunitario y reduciendo la fecundidad, además del deterioro del crecimiento larvario en muchas especies de abejas. Por ejemplo, la abeja bombus affinis ha tenido una disminución de su población del 87% desde los años 90, ocasionando que esta sea la primera abeja en ser reconocida como especie en peligro. El uso generalizado de plaguicidas sintéticos, la explotación de las tierras y el cambio climático han causado una disminución cercana al 30% en la población de muchos polinizadores de todo el mundo, creando problemas significativos para los agricultores.
Los plaguicidas sintéticos más utilizados en el mundo actual, los neonicotinoides, son neurotoxinas basadas en la nicotina que se consideran como una de las causas principales en el desorden de colapso de colonia de las abejas, una tendencia global catastrófica durante la última década. En los últimos años, la Agencia de Protección Ambiental y el Regulador Ambiental de la Unión Europea han estado revisando la literatura científica sobre todos los neonicotinoides aprobados para determinar qué sustancias deben ser prohibidas. La UE prohibió tres neonicotinoides en 2013 y ha prohibido varios tipos de otros plaguicidas en uso comercial y privado. La Agencia de Protección Ambiental ha detenido temporalmente la aprobación de nuevos neonicotinoides mientras sus riesgos son debidamente revisados y entendidos.
Desorden de Colapso de Colonias en América
Ahora que la mentalidad ha cambiado, el siguiente paso es invertir y utilizar alternativas más naturales, biodegradables, ecológicas y altamente eficientes para la protección de cultivos. Debido a los factores sociales y políticos que existen detrás de la sustentabilidad, los pesticidas bioquímicos cuentan con las herramientas para dominar el mercado biológico de plaguicidas. A pesar de esto, uno de los biopesticidas más eficaces, no tóxicos y ambientalmente beneficiosos que está en rápido crecimiento, se puede encontrar en el árbol de Nim.
El Nim ofrece una alternativa rentable y no tóxica ante una serie de pesticidas sintéticos. La azadirachtina, un compuesto químico que se encuentra exclusivamente en el árbol de neem, tiene el secreto para el cuidado de los cultivos orgánicos y sustentables. Biodegradable y no tóxico para los mamíferos, la azadirachtina interrumpe el ciclo de crecimiento de los insectos e impide que realicen su alimentación de las plantas. Este compuesto es efectivo frente a unas 600 especies de insectos y no genera ningún impacto sobre insectos beneficiosos tales como abejas y otros polinizadores. Dado que el compuesto sólo es efectivo cuando se ingiere, los insectos que no son objetivos no se ven afectados.
Primordiales está en proceso para instaurar colonias de abejas en el lugar donde se ubican nuestros proyectos de Nim. En los próximos meses, nos asociaremos con la Universidad Federal de Ceará, invitando a estudiantes y profesionales a estudiar y demostrar la viabilidad del Nim como un pesticida y fertilizante natural que funciona en armonía con insectos beneficiosos como las abejas.